Por Genaro Uribe - Si nos fijamos puramente en los instintos naturales, nos remontamos un poco más atrás en la historia, a la parte más antigua de nuestro cerebro. Nuestro cerebro reptiliano , más conocido como tronco encefálico. Según nuestro cerebro reptiliano, se podría decir que la supervivencia es el fin último de la vida. Eso no es todo. Hoy, además de nuestro cerebro de reptil, estamos equipados con el cerebro de mamífero y la neocorteza.
El cerebro de los mamíferos nos influye con dopamina y sobre todo quiere que seamos felices. Hacemos esto repitiendo comportamientos que nos hacen felices. Piensa en el amor, el sexo y el placer, pero también evitando comportamientos menos placenteros, como el dolor, el miedo y la tristeza. Se podría decir que según nuestro cerebro mamífero, el objetivo final de la vida es la felicidad.
La parte más joven de nuestro cerebro, la neocorteza , está ahí para darnos sentido común y hacernos conscientes de nuestras acciones, para que podamos pensar lógicamente y recordar información específica. Según nuestro neocórtex, la meta en nuestra vida es lo que consideramos más importante.
Dado que estamos equipados con las tres áreas del cerebro y las tres funcionan simultáneamente, se puede decir que el objetivo final de la vida, basado en nuestro cerebro, es la supervivencia, donde somos felices y logramos lo que consideramos. importante ser, lograr. Uno no funciona sin el otro.
Desafortunadamente, no sabemos (todavía) por qué estamos vivos. Simplemente existimos. Y sin la respuesta a la pregunta "¿por qué existo?", no podemos sacar ninguna conclusión sobre cuál es el propósito final de la vida.
Hasta entonces, si ese momento llega alguna vez, quiero referirme a una cita de Eleanor Roosevelt: "La vida es lo que tú haces de ella. Siempre lo ha sido, siempre lo será".
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